Todo un mundo por construir. Autor: Chaime Capablo

«TODO UN MUNDO POR CONSTRUIR»

Autor: Chaime Capablo. Viaje Solidario Agosto 2014

           

Ha pasado ya más de una luna desde que nos despedimos de aquella tierra roja trufada de baobabs, minada de acacias y sembrada de palmeras. Más de una luna y todavía soy capaz de refrescar mi memoria si cierro los ojos y sereno el olfato. El paso de los días acelera el olvido de una experiencia maravillosa, y aunque menguada en matices, rica en esencias.

            Ya con los ojos cerrados, vuelvo a saborearte Senegal. Diez días bastaron, un viaje fascinante engendrado desde el corazón de Construye Mundo. Nunca imaginé el poder de seducción que en mí han provocado todos y cada uno de los elementos que conformaban esta aventura.

            Dicen que es de bien nacido ser agradecido, y sólo me queda que agradecer una y otra vez la posibilidad que he tenido de vivir y disfrutar de tan asombrosa experiencia. Construye Mundo es una de las muchas hormiguitas que ayudan a enderezar el rumbo del devenir de este mundo nuestro,  pero hay algo en ellos que huele a canela. La primera vez que supe de su existencia lo que más me sedujo fue su nombre, me pareció potente, sincero, despersonalizado y genuino, y curioso que es uno, me pregunté, ¿quién debe haber detrás de tan valiente nomenclatura? Me he encontrado con la humildad y el esfuerzo de personas integras, anónimas y sinceras.

                   Fue un viaje para el disfrute de los sentidos, para el reencuentro con viejas moralidades, para desempolvar la universalidad de los sentimientos que nos hacen más humanos y para redescubrir África, la cuna de nuestra especie. La fórmula era perfecta sobre el papel y resultó perfecta sobre el terreno. Un viaje ideado para aunar aventura, turismo y solidaridad en dosis exactas, lo que nos permitió conocer de primera mano la realidad social del país, la multiculturalidad llevada a su máxima expresión, la cooperación al desarrollo en primera persona.

            Viajando desde la costa atlántica donde Dakar y Sant Louis emergen como grandes urbes colapsadas de vida, motor de un país que mira al océano y a tierra adentro. Hacia el norte el río Senegal bautiza tierras áridas, la sabana domina el medio, frena al imponente desierto de Mauritania y da vida a poblados y aldeas itinerantes dónde pastores y rebaños nómadas rinden pleitesía al Sol. De camino al sur esa misma sabana se vuelve amable, sobre la tierra virgen se entreveen microplantaciones agrícolas de subsistencia, el hombre se fusiona con el medio y parece uno más del hábitat, con el respeto, el amor y la entrega del que sabe que la necesidad es mutua. Noches de desierto dónde deleitarse con los ritmos más tribales alrededor de una fogata. Atardeceres a las orillas de lagos y marismas que desaparecían capricho de la marea. El océano, cálido como el caribe, amedrenta al observador por la inmensidad y por la trágica y castigadora historia de los que históricamente fueron lanzados a él.  

 

 

 

 

 

            Por encima de todo lo descrito, ellos, senegalesas y senegaleses. Solía decir mi abuelo, un viejo anarquista altoaragonés, que la tierra la hacen sus gentes, únicamente, ni las banderas ni los himnos, sólo los hijos y las hijas que la pueblan. Por este y otros motivos me dejo seducir, «teranga», hospitalidad, respeto al diferente, ganas de vivir, alegría manifiesta. La sonrisa no tapa los problemas, pero si demuestra que se está por encima de ellos.

           

             Thiloucky, Soulabao Mboumba, Thioubalèle Lao. Estos eran los nombres de las tres aldeas en las que Construye Mundo nos dio la posibilidad de vivir de primera mano la realidad rural de una de las zonas más deprimidas (económicamente hablando) del país.  Para mí no me era muy ajena dicha realidad pues en boca de mis abuelos conocí su niñez y no distaba demasiado una experiencia de la otra. Impactante sí lo fue, en cuanto a que la cultura difiere y por ente, todo lo integrado en ella.  Los localismos son universales y absolutos.

            Me gustaría manifestar que tras varios años en contacto con el mundo de la cooperación (siempre desde una postura muy relajada y liviana y más como espectador que como actor), he conocido opiniones de todo tipo, pero últimamente he sido un poco escéptico con ella, ¿de verdad ésta es la fórmula para reconstruir el mundo?, ¿no sería mejor irse a casa al grito de retirada?… Conocer Construye Mundo me ha devuelto la credibilidad en las buenas personas, no en las siglas ni el poderío de las mismas, pero sí en las buenas personas. Si la gente está preparada y va con la honestidad por delante la cooperación al desarrollo es una fórmula que suma más que resta. En las aldeas de la región de Podor al norte de Senegal, en boca de sus pobladores, el grito unánime del pueblo era “ayudarnos”, ellos creen en Construye Mundo y por extensión en sus trabajadores. Éste es el mejor indicador.

            En la despedida volveré a cerrar los ojos, serenaré el olfato y volveré a pensar en Lamine, Ángel, Sonia, Rosana, Javi, Noelia, Daniel, Isabel, Iciar, el Boubacar, el Lago Rosa, Guet Ndar, Lompoul, Sine Saloum, Fayoe, isla Mardloj, isla de Joal Fadiouth,  Toubab Dialao, isla de Gorée…Larga vida a Construye Mundo.

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