Salémata, Mbour, Thiès, Dakar. Del 17 de noviembre al 3 de diciembre de 2023. Viaje de seguimiento a Senegal. Lourdes Crisol.
Una vez más Senegal me sorprendió, me trasladó a un mundo paralelo, recorriendo sus calles y caminos, tratando a su gente y observando su forma de vivir. De nuevo, todo nuevo. Todo diferente. Una aventura. Agradecida por los gestos y la amabilidad recibidas. Disfrutando de las sonrisas. Sumergida en olores y sabores no habituales, en un entorno cálido y un clima caluroso, mucho calor. Tierra, etnia, costumbre. Todo nuevo de nuevo.
Han sido algo más de dos semanas lo que ha durado este viaje a Senegal, con la mochila cargada de responsabilidad por querer tener un viaje provechoso, obtener información, conocer los proyectos, advertir otros nuevos y acercarme a las personas con las que normalmente hablo o escribo desde la distancia y que forman parte de este lugar al que accedí hace ya unos años de la mano de Construye Mundo. Con el apoyo de nuestro amigo Ambroise (Ambrosio para los españoles), y del equipo detrás desde España, he vivido el camino día a día, sin pensar o sin la necesidad, ni siquiera curiosidad, de mirar más allá.
Si tengo que definirlo con una palabra podría ser “intensidad”. Ha sido un viaje intenso. Vivencias diferentes a las que transcurren normalmente en mi día a día. Otro idioma. Recorrer Senegal en el autobús de línea de Mbour a Kédougou y luego de vuelta, por carreteras locales a toda velocidad, adelantando a cualquier “ser” en movimiento, fuera vaca, coche, camión, moto o persona caminando. Coger taxis negociando el precio. Coches que aquí no pasarían la itv. La curiosidad de observar el ambiente, a la gente, en la parada de autobús pretendida en una rotonda, llena de vendedoras de cafés, cacahuetes, dulces, plátanos, naranjas, … allí y en cada tramo del camino, esperando vender sus productos por unas CFAs al viajero. Los niños talibés mendigando, descalzos, sucios… La llamada a la oración de madrugada en las mezquitas cercanas. La ducha con cubo y taza. Ricas comidas. Los animales por las calles, en las casas. Los baobabs del camino. Esperar a que el coche (7 places) llenara sus asientos para viajar de Thiès a Dakar y vuelta. El tramo en moto. ¡Quién me diría! Los niños gritándome en la calle “toubab!” (¡blanco!) saludando y chocándome la mano. La calurosa acogida en cada lugar. Los bebés del orfanato, abiertos a los abrazos que acarician. Sonrío. Sonríen. Idioma universal.
La estancia en Salémata. La escuela y los niños, vidas con distintas circunstancias, ¡¡mismas reacciones!! risas, saludos, juegos, fotos, sonrisas, cercanía. Observar a las mujeres trabajar juntas, en sus huertos, en la transformación del fonio, cocinando en la calle. Con ganas, muchas ganas, muchísimas ganas de crecer, mejorar, aprender. Reuniones y encuentros agradeciendo la acogida, la cordialidad.
Nuevamente impresionada o “tocada” por las historias de las personas. Vidas sencillas con necesidades básicas como tener para comer o beber, dar educación a los hijos, comprarles material escolar, contar con un paracetamol para el dolor de cabeza, descansar del trabajo diario,… a lo que a veces no se llega, a lo que a veces no hay acceso. Tener para el día siguiente. La vida en el área rural. Caminar bajo el calor para llegar. No disponer de agua corriente, sacarla del pozo, lavar la ropa en un barreño con una tabla. Andar varios kilómetros para ir a la escuela, para volver a casa. El polvo del camino. Niños que llegan sin desayunar al colegio. Abandonos escolares por la pobreza. Carencia de material escolar, aprendiendo a base de repetición escribiendo la lección en la pizarra, sin libros. Tuve la suerte de asistir a un par de clases, de oyente, mientras los profesores enseñaban su lección. Gran labor de las hermanas y los profesores en esta aldea lejana al sureste de Senegal. Otras costumbres. Otros lenguajes. Otra forma de vida. Mismas necesidades.
De vuelta en autobús a Kédougou, y de allí a Mbour, ciudad costera turística. Nuevas sensaciones recorriendo sus calles, sus lugares. Algún mosquito que otro. ©Malarone. Bullicio de coches, de gente, visita al mercado. Multitud de vendedores de pescado en la playa tratando de ganarse la vida. Calor. Pobreza. Ufff…
Parada técnica para retomar encuentros. Vuelta al trabajo. Visita a la aldea de Keur Simbara en Thiès donde colaboramos hace unos años con un proyecto de microcréditos. Allí me encuentro con una comunidad y en especial con dos mujeres, Awa y Adama, con enorme fortaleza y una gran sonrisa, con empuje, mujeres trabajadoras que se esfuerzan por contribuir al bienestar de su gente, que lideran el grupo. Tienen problemas con el agua, necesitan terminar de construir un pozo. Eso les ayudaría a tener más cultivos. Quieren ampliar un pequeño local para hacer una granja de pollos. Quieren arreglar el dispensario con goteras. Pero no tienen financiación. La rueda de la pobreza.
Y llegada a Dakar. Última etapa. Coches. Motos. Puestos de venta callejeros. Gentío. Contaminación. Y un pequeño oasis en el orfanato de la Pouponnière, en el Hogar María Goretti regentado por las Hermanas franciscanas misioneras de María. De nuevo admirada y fascinada, enternecida por la labor que allí hacen. Cuidando de los bebés, apoyando a las mujeres en su capacitación profesional para acceder al mercado laboral, formando y empoderando. Dando oportunidades.
Encuentros. Reuniones. Conversaciones. Deseos de hacer las cosas bien. Deseos de ayudar. Deseos de mejorar. Deseos de entendimiento. Cordialidad.
Han sido diecisiete días llenos de palabras. Palabras que son personas, sensaciones, sentimientos, proyectos. Palabras con significado. Palabras que expresan y que me traen recuerdos, que me sacan la sonrisa. Vuelta a casa. Agradecida por lo vivido. Merci beaucoup!