Sigue la lucha en áfrica contra la mutilación femenina

En el año 2015, Gambia aprobó una ley penalizando la MGF (mutilación genital femenina) que supuso un auténtico hito en la lucha contra esta práctica, ya que no solo penalizaba a quién llevara a cabo el acto, sino que incluía a quien lo encubriera, ayudara o contribuyera de alguna forma.
Pero el año pasado saltaron todas las alarmas: el Parlamento presentó un Proyecto de Ley para derogar esta prohibición. Esto suponía un paso atrás de casi 30 años en la lucha contra la MGF en Gambia. Finalmente, en julio de 2024, el Parlamento ha rechazado este proyecto de ley, con una amplia mayoría en la Asamblea Nacional.

Esta decisión ha significado un alivio para todas las partes implicadas en la abolición de esta práctica tan arraigada en el África subsahariana, pero también ha supuesto una advertencia de que no todo está ganado, de que aún queda mucho trabajo por hacer.

La ley condenatoria de 2015 fue un gran avance, pero también una decepción. Tras siete años desde su promulgación, solo se han enjuiciados dos casos y las primeras condenas no se han impuesto hasta agosto del año pasado. Fueron precisamente esas condenas las que suscitaron de forma violenta el debate social en Gambia, debate que ha llegado incluso al Parlamento. La población se ha visto dividida entre partidarios y detractores, con los líderes religiosos y políticos, en su inmensa mayoría hombres, debatiendo sobre la mutilación del cuerpo femenino. Algún imán llegó incluso al extremo de animar a que toda la población practicara abiertamente la MGF ya que un gobierno no puede encarcelar a todo un país.

El argumento esgrimido es el derecho de la población gambiana a preservar las costumbres y tradiciones propias ¡Cuantos desmanes no se justifican con ese argumento!

La triste realidad es que la aplicación efectiva de la prohibición de la MGF es tremendamente compleja. En muchos casos se sigue llevando a cabo en la clandestinidad, en condiciones higiénicas deplorables o peor aún, las niñas son transferidas a países donde aún no está penalizada esta práctica, lo que agrava aún más el peligro y el trauma de la víctimas. Sin olvidar que además que, en muchos casos, está directamente relacionada y precede al matrimonio infantil.

Alrededor del 76% de las niñas y mujeres de entre 15 y 49 años ha sido sometidas a MGF en Gambia. 3 de cada 4 niñas la sufren antes de los 6 años. Las tasas de mutilación han descendido, pero aún rondan la escalofriante cifra de 4.000.000 cada año. 200 millones de mujeres en el mundo han sufrido algún tipo de MGF. Gambia se encuentra entre los países que menos ha avanzado.

¿Y como está Senegal respecto a la MGF?

En Senegal se tiene la sensación de que este es un combate de otra época, pero nada más lejos de la realidad. La MGF sigue afectando al 20% de la población senegalesa, en su inmensa mayoría perteneciente a la etnia Bambara. Es un terrible porcentaje, pero optimista si se compara con otros países como Sudán (90%) Somalia (98%) o Etiopía 74 (%)

Como medida para atajar esta preocupante situación, el gobierno senegalés adoptó en 2022 la Estrategia Nacional para la Eliminación de la MGF. Legalmente, está penalizada desde 1999. De forma paralela, muchos activistas de la sociedad civil están profundamente implicados en la movilización para hacer desaparecer esta abominable práctica.

No hay duda de que se trata de un desafío complejo, en el que están imbricados muchos factores: religiosos, culturales, sociales, etc., Sin olvidar que el hecho de que sigan existiendo estructuras patriarcales y desigualdades profundas entre hombres y mujeres es un factor determinante.

Resulta indudable que las prohibiciones legislativas son insuficientes, y aún así, es de vital importancia que la protección legal siga en vigor.

Pero la lucha no puede quedarse en condenar o prohibir: hay que PREVER, PROTEGER y REPARAR.

Hay que buscar las causas y cambiar las actitudes, empoderando a mujeres y niñas.
En una sociedad como la africana, es imprescindible hacer partícipe a las comunidades, implicar a las organizaciones locales y trabajar con los líderes tradicionales y religiosos, así como con los dirigentes políticos. Y todo ello sin olvidar la importancia de formar a los profesionales de la salud, concienciándolos acerca de los perjuicios de esta práctica.

También hay que tener en cuenta que la inestabilidad y los conflictos interrumpen y dificultan en numerosas ocasiones la aplicación de los programas de prevención, lo que representa un problema añadido. En suma, hay que alegrarse de que se haya evitado este terrible paso atrás en Gambia, pero sin bajar la guardia ante el desafío que significa la erradicación de la mutilación genital femenina en África.

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