Viaje de seguimiento a Senegal del 7 al 16 de enero 2025.
Ya es de noche cuando aterriza el avión en el aeropuerto Blaise Diagne de Dakar. En el parking nos espera Ambrosio que sonriente, nos recibe con un abrazo. ¡Es una alegría volver a verle!
Junto a Pilar, Presidenta de Construye Mundo y Daniel, voluntario, comienzo con entusiasmo un nuevo viaje por Senegal. Para mi es la sexta visita, pero casi como la primera, pues cada viaje siempre trae consigo algo nuevo, una experiencia diferente por descubrir.
En el parking nos espera el coche que conduce Tierno. Nos lleva al hotel de Mbour, donde pudimos descansar antes de emprender camino hacia Mako al amanecer.
Diomaye, con nombre de presidente, nos recoge al día siguiente. Él es un joven senegalés que apenas habla francés, ya que no pudo ir a la escuela y que nos cuenta que aprendió a conducir a los 12 años para ganarse la vida. Y eso hace, conducir. No es de muchas palabras, pero su sonrisa se asoma cada vez que le preguntamos o compartimos algo, a pesar de la dificultad con el idioma.

Salimos temprano pues nos espera un largo día de carretera. Desde hace al menos un año, ya toda la carretera hasta Kédougou y Salémata está asfaltada. Un único carril en cada dirección, compartido con camiones, autobuses, coches y animales. Adelantamientos arriesgados, badenes en cada pueblo, paradas de la gendarmería —dos en esta ocasión—, mercados que casi invaden la calzada, vendedores ambulantes, polvo, baobabs, algo de tráfico y calor. Sigo sorprendiéndome con los vehículos desbordados de mercancías y pasajeros, las motos que transportan dos y tres personas y paquetes imposibles, incluso un colchón, desafiando las leyes del equilibrio. Vemos mujeres lavando en un río, niños pidiendo en las calles. Los pequeños se acercan, te miran, extienden la mano. No me acostumbro a verlo… ¿y su futuro? —pienso—.

Tras pasar la noche en el campamento solidario de Mako, llegamos a Kédougou. Allí nos reunimos con Fidel’Afrique, la asociación con la que colaboramos en el nuevo proyecto de consolidación del empoderamiento de las mujeres de Salémata. Made Dramé, su presidente, nos recibe en sus oficinas, acompañado por Théophile y Pape, dos miembros de su equipo. Hablamos, nos cuentan, les contamos… una conversación distendida para conocernos mejor, fortalecer lazos y formalizar el acuerdo de colaboración que nos permitirá avanzar juntos en esta iniciativa.

En Kédougou, Made nos presentó a varias mujeres: Adama, Fanta, Fatu…y también a Kadidiatou. Ella es la presidenta de una federación de cooperativas. Como muchas otras en Senegal, forma parte de un grupo de mujeres que se unen para trabajar, compartir recursos y apoyarse mutuamente. Tienen conocimientos, pero normalmente carecen de los medios necesarios para iniciar un negocio o emprender una nueva actividad. Fidel’Afrique las acompaña en su formación y desarrollo, ayudándolas a impulsar proyectos sostenibles. Cada grupo de mujeres trabaja en el campo (fonio, maíz, mijo, cacahuete…), los huertos (tomate, gombo, lechuga, pimiento…) y en la transformación de productos locales (cereales, karité, tintura de telas…). ¡No paran! Nos muestran uno de los huertos, también la tienda comunitaria, un espacio donde comercializan sus productos y destinan un pequeño porcentaje de las ventas al mantenimiento del local y al salario de la vendedora. Gracias a este modelo, pueden dar salida a su producción con mayor facilidad. La tienda se ha convertido en un referente de la zona. ¡Un excelente trabajo cooperativo!

Y llegamos a Salémata. Es la tercera vez que regreso a esta aldea, en el sureste de Senegal, y me doy cuenta de que ya se hacen reconocibles muchos lugares, se han vuelto familiares.
Allí continúa la escuela St. Jean Baptiste, con sus niños uniformados. Saludo a Antoinette, una de las niñas becadas, que este año cursa 4º de primaria, y al corrillo de niñas que se acercan sonrientes. Les enseño fotos de la última vez que estuve y se reconocen, se ríen 🙂
Este año, gracias a los fondos recaudados en la carrera solidaria organizada por el colegio hermanado de La Canyada del Fenollar, en Alicante, en colaboración con Construye Mundo, se ha comenzado la construcción de una cantina en el colegio St. Jean Baptiste. De momento, solo hay un pequeño quiosco donde se preparan comidas en un hornillo y se venden tanto a los alumnos como a algunas personas del exterior. Sin embargo, el objetivo es mayor: construir un comedor polivalente, que pueda alquilarse para eventos y actividades, generando ingresos para el colegio. Siguen avanzando. Poco a poco.

También hicimos fotos a los 32 chicos y chicas becados este curso, gracias al donativo de la parroquia de Santa María de Caná, en Madrid, y a fondos propios de Construye Mundo. Delphine, Emilie, Philippe, Amadou, Sylvie, Jerome, Aissatou, Pascaline… entre otros. Facilitar el acceso a una educación de calidad es un privilegio. Al ver sus caras, surge espontánea la satisfacción de poder apoyarles.

En Salémata visitamos también el “internat de pères” (internado de padres). Nos lo muestra el abbé Víctor, quien nos explica que acogen a 88 chicos y chicas que viven lejos y no irían a la escuela si no fuera por la posibilidad de quedarse en el internado durante el curso escolar. También nos presenta un nuevo reto: financiar el vallado de una zona para crear una huerta, que les permita producir más verduras y mejorar la alimentación de las chicas y chicos del internado. Recogemos el guante.
Y en Salémata, en medio del polvo y la basura que se ve por las calles y los caminos, la comunidad de las hermanas franciscanas se mantiene como un pequeño “oasis”, impecable y bien organizado. Allí siguen soeur Catherine y soeur Pauline, contentas de vernos, agradecidas por lo que podemos aportar a la escuela, a las mujeres y a la comunidad rural.
Nos reunimos con las protagonistas del nuevo proyecto financiado por la Fundación Santander (Santander Best Africa), que acabamos de poner en marcha. Lideradas por Clémentine y Henriette, nos reciben en el local donde trabajan en la transformación de productos locales. Hace tres años que nos conocemos, y nos da alegría reencontrarnos, como cuando hace tiempo que no ves a un amigo. Además de procesar fonio, pan de mono, miel y manteca de karité, han aprendido a elaborar lejía y productos de higiene como jabón, champú, crema hidratante y crema capilar con karité. Visitamos la huerta que cultivan algunas de ellas y el pozo que hemos apoyado en años anteriores. En esta época del año da gusto verlo, verde, creciendo. Nos acompaña también Fidel’Afrique. Tras las presentaciones, conversamos sobre el nuevo proyecto. Las mujeres expresan sus inquietudes, despejan dudas y valoran la oportunidad que se les presenta. Al final, se comprometen con entusiasmo. Están felices. Cantan. Bailan, animadas por Daniel y Pilar. Pequeños logros, grandes pasos.

Yo ya voy apurando los días por Senegal. Pilar y Daniel se van para realizar el recorrido del próximo viaje solidario por País Bassari – otra historia por contar – además de reunirse con otras contrapartes en Dakar y en Mbour. Me toca volver con Ambrosio de regreso a Mbour, esta vez en autobús. Algo más de 600 km en 11 horas de viaje. Llegamos al hotel al atardecer. Sentada en la playa, tuve la sensación de haber sido transportada a otro mundo. Senegal te envuelve: pobreza, movimiento caótico, basura, polvo, animales, olores, sabores picantes, otro idioma, calor… Y de repente, la arena, el mar, la serenidad y el sol desapareciendo en el horizonte.

El último día, con Tierno de nuevo al volante, antes de coger el avión de vuelta a España, visitamos un último proyecto en Keur Simbara, una aldea cercana a Thiès, una “vieja conocida”. En 2015, financiamos allí un programa de microcréditos. Hoy, Adama y Awa, dos mujeres fuertes y comprometidas, siguen luchando junto a su comunidad por mejorar la vida de sus familias y vecinos. El agua y la salud son sus mayores preocupaciones. Pronto construiremos un pozo, un paso fundamental para garantizar un acceso más digno y seguro al agua.Hace tiempo escuché a un senegalés decir que Senegal es «un bon pays à construire» (un hermoso país por construir). No podría estar más de acuerdo. De aquí siempre me llevo un recuerdo imborrable, una vivencia enriquecedora, gracias a su gente, su diversidad y su hospitalidad. Agradecida a todas esas personas que me fui encontrando durante el viaje, a mis compañeros por lo compartido y a Ambrosio por su labor con Construye Mundo, por su humanidad, por guiarnos por Senegal. ¡Qué nuestro granito de arena sirva para seguir construyendo este bonito país!