Entrevista a Assane Dyouff, migrante senegalés en Málaga

Hay que intentar que la gente pueda quedarse y ganarse la vida en su país

Assane Dyouff

Migrar es siempre traumático. El desarraigo y el dolor de la separación duran mucho más allá de los de la generación que tienen que dejar su tierra; está incrustado incluso en las historias que han tenido un supuesto «éxito», como es el caso de Assane.

 Assane y yo fuimos compañeros en un centro de primera acogida de migrantes. En las largas jornadas que compartíamos, yo intentaba saciar la curiosidad que siempre he sentido por su maravilloso país. Ahora que formo parte de Construye Mundo, me ha parecido interesante que comparta con nosotros su experiencia migratoria y, sobre todo, cómo ve su país desde aquí, cómo se vive con la piel en un país y el corazón en otro.

CM. Hola, Assane. Cuéntanos un poco quién eres y qué haces en España.

A. Soy Assane Dyouff y nací en Senegal. Vivo en España desde el de 13 abril de 1993. Cuando llegué tenía 23 años. Hoy tengo 51 y he vivido en España desde entonces.

CM. ¿Por qué España?

A. Mi idea no era venir a España. Estaba bien allí, en Senegal. Trabajaba con una asociación para discapacitados y me llevaron a hacer una formación en ortopedia a Thiès. Después se abrieron dos fábricas donde se reparaban los aparatos ortopédicos, pero mi hermana me dijo que intentara salir, porque si un hombre está al lado de sus viejos, no puede saber lo que es la vida. Mi idea era ir a Canadá para seguir mi formación, pero tenía otra hermana, aquí en España, y me invito a venir. Me dieron un visado de tres meses y decidí intentarlo.

CM. ¿En qué empezaste a trabajar?

A. Cuando llegué a Sevilla todo me pareció bastante raro. No es lo que piensan allí de Europa. Vi gente vendiendo en la calle, cosa que yo no podía hacer, pero al final no tuve otro remedio. Luego fui a trabajar al campo, a un pueblo de Granada, Ventas de Zafarraya. De allí me fui a Almería y encontré un trabajo en una empresa de montaje de vallas en las montañas, para que no caigan las piedras.

CM. Tú hablas español.

A. Al principio no sabía decir ni hola, pero me dije que tenía que aprender, porque es la única llave que abre todas las puertas. Compré un diccionario español-francés y siempre iba por la calle con un boli y un papelito. Cualquier palabra que escuchaba, la apuntaba. Al llegar a casa, mis sobrinos me ayudaban a escribirlo bien y yo buscaba el significado de esta palabra en el diccionario e intentaba formar frases.

CM. ¿Hiciste algún curso de español?

A. No, no hice curso de español. El primer curso que quise hacer fue en Sevilla, pero no me aceptaron. Pasó algo muy curioso: en ese momento no estaba trabajando y había una chica que, nada más llegar a España, se quedó paralítica y ciega. En el hospital nadie sabía lo que tenía. Era de Senegal también, necesitaba una persona para cuidarla y yo dije: mira, lo voy a hacer como mi trabajo. Un día llegó Reyes García de Castro, presidenta de Sevilla Acoge, y preguntó que quién cuidaba a Hadi. Le dijeron que era yo, Assane, y me preguntó que cómo lo hacía. Le dije que lo primero, como no veía, era intentar ser sus ojos. Le contaba la decoración de la habitación, el color de la pintura, lo que tenía a su derecha, a su izquierda, la ropa que llevaba, la ropa que llevaba yo, hasta que llegaba un momento que la chica decía: «Parece que estoy viendo». Se lo expliqué todo a Reyes y dijo: «¡Pero tú puedes ser educador¡», y así me cogieron para trabajar en el centro de menores.

»Estuve poco tiempo. Después empecé a trabajar en una fábrica de tubos de hormigón y un día me dijeron que necesitaban una persona que pudiera hacer una acogida, porque fue cuando hubo una llegada masiva de migrantes, que saltaban la valla de Melilla. Me fui a mi casa y al día siguiente, cuando encendí mi móvil al levantarme, encontré muchas llamadas perdidas de Sevilla Acoge. Me explicaron el trabajo y dije que sí. Todo salió bien el primer año. El segundo año contrataron a cuatro personas más para hacer el mismo trabajo que estaba haciendo yo solo. Estuve del 2005 hasta el 2012.

CM. Hasta hoy, has acumulado mucha experiencia trabajando con migrantes.

A. Mucha. Si pienso en todo este recorrido, me quedo satisfecho. En la época en que trabajaba en Sevilla, cuando iba de vacaciones a Senegal, las familias de la gente a la que he ayudado venían a mi casa a darme las gracias. Eso me daba muchísimas fuerzas.

CM. Tu situación actual en España ¿cuál es?

A. Después del trabajo de Sevilla estuve muy estresado. Estuve en Senegal un tiempo y, al volver, un amigo me contactó para ir a trabajar en un centro de menores. La cosa era muy difícil allí, en el sentido de que había muchos chicos negros internados y en el centro no podían controlarlos, ni siquiera eran capaces de saber de qué país venían. Había de diferentes países, de Senegal, de Costa de Marfil, Mali, Guinea. El día que yo llegué convoqué una asamblea, me presenté. Eran menores, así que hice una presentación especial, una buena presentación, hablé con ellos y la cosa empezó a salir bien, porque ya tenían una referencia, pues antes no había ningún africano en el centro y se sentían un poco rechazados.

CM. Tú fuiste su referencia.

A. Exactamente. Allí fue muy bien la cosa, todo volvió a la normalidad o incluso fue a mejor. Luego me fui a Cruz Roja. Quería experimentar otras cosas, aunque me dijeron en el centro que, cuando quisiera volver, podría hacerlo con toda tranquilidad, porque estaban muy contentos conmigo. Fue una experiencia muy bonita y muy dura a la vez.

Assane habla despacio, su voz transmite calma. No utiliza acrónimos, ni apócopes. Cuando menciona a alguien se refiere a esa persona con nombre y apellidos. Se toma su tiempo para recordar todo el camino recorrido. En su narración mezcla todo el tiempo sueños, sucesos ordinarios a los que dota de una importancia trascendente, sentencias de sus mayores. Escuchándole, tengo la sensación de que un viento suave, procedente de África, nos envuelve. Cuando vuelvo a preguntar, se rompe esa percepción.

CM. ¿Qué diferencias principales, aparte de las obvias, ves entre vivir en Senegal y vivir en España?

A. La forma de vida. Es muy diferente, el día que vayas lo vas a notar. (Le he contado infinidad de veces las ganas que tengo de ir). Senegal es uno de los países de la hospitalidad. En cada casa que entras formas parte de la familia. Eso es algo muy importante. No tenemos mucho, pero lo poco que tenemos lo compartimos, y eso sí que llena. Allí, el vínculo con la familia sigue siendo muy fuerte. Otra diferencia muy grande son los alojamientos. Allí tenemos un sitio amplio. Fue lo que me chocó primero, cuando llegué. Las casas aquí no tienen patio, no tiene nada, les falta el contacto con la naturaleza. Al principio me afectaba mucho, pero me dije: «No puedo dar marcha atrás, tengo que seguir, que acostumbrarme y enfrentarme con la realidad». Otra cosa diferente es que allí, en general, la gente es amable y te reciben con los brazos abiertos. Aunque no tengan nada, lo poco que tienen lo comparten sin esperar nada de vuelta. Aunque también hay gente que se aprovecha, claro.

CM. Y cuando vuelves a tu país, ¿cómo te sientes?, ¿qué sensación tienes?

A. No sé si lo podré explicar. Yo me preparo un mes antes de ir. Soy otra persona totalmente diferente. Cuando estoy aquí tengo problemas de salud que cuando llego a Senegal desaparecen por completo. Y vuelven a aparecer cuando estoy de nuevo aquí. Lo que más me gusta cuando estoy allí es estar con los niños, descalzo, jugando con ellos y pasándolo bien. Muchas veces les compro regalos que a lo mejor con sus padres no pueden conseguir. Hay gente que viene desde cinco o seis kilómetros a recoger un paquete de galletas. Cuando vuelvo, en mi calle no se escucha solo Assane, sino papá Assane. ¡Hasta los mayores ya lo dicen! Y eso es algo que me llena profundamente. Cuando estoy allí, me gusta levantarme muy temprano y recorrer las calles de mi ciudad, Nbour, recordar cómo eran cuando yo era joven. Y sueño con volver.

CM. ¿Qué cambios has notado en Senegal? 

A. Pues algunas diferencias, sí. Cuando se retrasa el país es por culpa de los Gobiernos africanos, porque van a lo suyo. Ninguno de los hijos de los que están en el Gobierno están en el país, están fuera, estudiando. Ellos van a estudiar, a tener más diplomas y volver para gobernar. Pero las cosas han cambiado, sobre todo en las infraestructuras. El aeropuerto nuevo está en Ndiass, no en Dakar; está cerca de mi casa. (Se le ilumina la cara cuando cuenta esto). El antiguo estaba en Dakar. Desde allí, para salir y llegar a Mbour, podía tardar unas cuatro horas por el tráfico, pero ahora, desde Ndiass, puedo tardar solo cuarenta minutos, porque hay una autovía, hay un peaje… Es fenomenal, las comunicaciones son muy importantes, pero hay mucho por hacer. Estamos muy retrasados.

CM. Y la gente joven en tu ciudad, por ejemplo, ¿te pregunta para venir a España?

A. Claro. Antes, cuando estaba muy metido en la acogida de emergencias, cuando iba a recoger grupos, cuando iba a mi casa, estaba llena de gente que preguntaba. Yo les decía lo que había. No les mentía ni les asustaba ni exageraba: les decía lo que había, siempre les decía: «Os puedo dar todo el consejo del mundo, pero la decisión final la tenéis que tomar vosotros». De Mbour salen últimamente muchos cayucos, con la crisis de la COVID se ha reactivado mucho. Es una travesía peligrosísima. 

CM. ¿Cuánto se tarda en cayuco desde Nbour a Canarias?

A. Unos diez días, pero hay gente que lo hace en menos, depende de cómo esté el mar. Yo, a veces, les digo a los chicos que han venido así que yo también quiero vivir la experiencia y me dicen: «No, no lo hagas nunca».

CM. ¿Cómo ha afectado la COVID, la guerra, a la inmigración?

A. La COVID ha afectado mucho. Cuando querían confinar a la gente era un problema, porque allí es otra realidad, la gente tiene su forma de vida. Allí, a un padre de familia que no tiene trabajo y se levanta por la mañana para buscarse la vida y dar de comer a sus hijos, no le puedes decir que se quede en casa, no es una situación comparable. Es difícil. Llegó un momento en que hubo problemas, porque decían que todo el mundo tenía que estar en casa a las nueve de la noche, pero ese es el momento en que vuelven a casa del trabajo. Lo han pasado mal.

CM. El turismo se ha convertido en una fuente de ingresos importante.

A. Claro, lo que pasa es que la población no ha sabido beneficiarse. Lo de siempre. ¿Dónde se queda ese beneficio? Muchas veces, cuando hay una subvención, si sale del cuarto piso, el tercero coge un poco, el segundo otro poco y, cuando llega abajo, no queda nada.

»El mundo es así, pero se puede cambiar. Hay que intentarlo, por lo menos. Yo se lo digo a los chicos que llegan (al centro de acogida). Comen, les sobra pan y lo tiran a la basura; les dan la comida y dicen que no les gusta. Yo les digo: «Mirad, ahora mismo estáis tirando pan, pero llegará un momento en que vais a saber lo dura que es la vida aquí. Pensáis que habéis empezado la inmigración, pero no, todavía no habéis empezado. Cuando estéis solos en vuestro piso y tengáis que pagar agua, luz y todo lo demás, vais a valorar lo que tenéis aquí. Os lo digo como africano». Algunos me entienden y otros no, pero me entenderán después.

 »África ha sufrido bastante y sigue sufriendo, pero creo que poquito a poco llegaremos. Igual los tiempos que vienen, en los que estamos padeciendo escasez en Europa, igual eso nos va a hacer ver las cosas de otra forma.

CM. ¿Qué es lo que más echas de menos de tu país?

A. Lo que más echo de menos es mi familia. Es algo que día tras día me está quemando por dentro y todo es por falta de medios, porque yo sé que en Senegal se puede trabajar, sobre todo en la agricultura. Sueño con montar un proyecto en San Louis, alrededor de San Louis. En mi ciudad se podría hacer también algún proyecto de agricultura, porque hace poco me estaban vendiendo terrenos en los que es fácil encontrar agua a menos de siete metros de profundidad. Están cultivando mucho y sale muy bien.

CM. Porque tu objetivo es volver…

A. Claro, por eso me presento a las ofertas de cooperación internacional. Me descartan, pero habrá más. Quizás los diplomas que piden no los tengo. Algunos pueden tener muchos diplomas, pero en el terreno vale mucho más la experiencia que un papel.

CM. Como español que eres ahora, según los papeles, ¿qué es lo que más te gusta de España y lo que menos?

A. Lo que más me gusta es el trabajo que estoy haciendo, porque hay gente que te escucha. Muchos chicos me ven como un padre.

CM. ¿Sigues en contacto con ellos después de salir del centro?

A. El viernes estuvimos juntos en la mezquita. Sigo en contacto con los que se quedan en Málaga. Con los demás, a través de internet. 

CM. ¿Qué podemos hacer desde aquí para ayudar de verdad allí?

A. Ahora hay mucha ayuda de microcréditos, prestan dinero sin interés a mujeres emprendedoras. También es muy bueno apoyar la agricultura. No sé si se puede frenar la inmigración clandestina, pero sí se puede disminuir. Es lo que hay que intentar, que la gente no tenga solo la opción de irse, sino que pueda quedarse y ganarse la vida en su país.

CM. ¿Qué te parecen los viajes solidarios?

A. Hay muchas formas de ayudar. Si conoces lo que pasa de verdad, lo comprendes, y eso es una gran ayuda. Mucha gente desconfía de dar dinero, pero si ve lo que hace su dinero allí, es mucho mejor.

Siempre que paso un rato con Assane siento como si la magia de su tierra me aliviara un poco de la vorágine que nos asedia cotidianamente. Nos despedimos y conforme lo veo alejarse, el estruendo del tráfico, de las sirenas y de los veraneantes recupera sus decibelios habituales.

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