9 de diciembre de 2010 Héctor López Rubio
El río Senegal desemboca sereno en el atlántico, coronado por la decadente Saint Louis en la que me encuentro.Desde aquí puedo ver el puente que Eiffel construyó para unir la isla con el continente. La brisa es fresca y huele a mar. Los mosquitos me devoran y pienso en la malaria. Hace unas pocas horas que llegamos a este pequeño hotel, tras pasar tres días en una de las zonas más pobres, áridas y olvidadas de la tierra.
El lunes partimos de Dakar a las 6 de la mañana para evitar el monumental atasco que se forma. Modou, rebautizado como Mou, nos llevó a Saint Louis en un tiempo record de 3 horas. Allí nos esperaba Sam, nuestro amigo traductor. Continuamos ruta hasta Ndioum por una carretera infernal plagada de agujeros que superamos en 4 horas más. Allí se encuentra la oficina de nuestra contraparte Tostan en Podor. El calor es aquí seco y el paisaje agreste. Nos recibe Arouna, el coordinador de área, con el que mantengo una reunión acerca de los proyectos que apoyamos. Partimos hacia Golleré, donde nos espera Samba, el agente de terreno. Hombre de gran estatura, alegre y diligente, en contacto directo con todas las comunidades y verdadero brazo armado de Tostan y Construye Mundo. El Comité de Gestión Comunitaria(CGC) de Golleré está formado por 16 mujeres y 1 hombre. La mujer es la gran protagonista de nuestro trabajo. Apoyamos su empoderamiento y su independencia económica. Este comité es muy dinámico y realizan multitud de actividades. Me muestran los utensilios de trabajo que utilizan para confeccionar la tintura de telas. Han recibido formación de una mujer del pueblo y de otra formadora de Dakar.Tengo el resultado en mis manos: telas de 6 metros decoradas con motivos locales y que venden por 10.000cfa. Con los beneficios piensan construir una pequeña escuela de idiomas y un taller textil para continuar la actividad, que es autosostenible. Decenas de mujeres y niños nos acojen con alegría. Matan un cordero para la cena, que degustamos en un tejado huyendo del polvo. Pasamos la sobremesa con alegría y serenidad. Duermo en el tejado. Nunca he visto tantas estrellas, diamantes incrustados en la negra bóveda de la noche…
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