Diario de cinco días en Senegal

28 de abril de 2011. Cristóbal Ramírez

“Por favor, abróchense los cinturones de seguridad”. Son las diez de la noche del 28 de marzo. Dakar parece desde el aire una ciudad llena de luciérnagas. Icíar González y Sara Crespo hacen caso al mensaje de la megafonía del avión. Miran por la ventana y sólo se ven lucecitas. Las dos voluntarias de Construye Mundo están emocionadas ante la idea de compartir unos días con los beneficiarios de los proyectos de la ONG en las diferentes comunidades rurales del departamento de Podor, en Senegal. A Sara le delata la sonrisa. Anda loca de contenta porque es la primera vez que viaja al país. Las dos se bajan del avión. Ya están aquí. Por delante tienen mucho trabajo. Cinco días para hacer el seguimiento de las iniciativas puestas en marcha en 2010, debatir sobre los proyectos de este año, grabar vídeos, tomar fotos, asistir a reuniones con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECDID), la Agencia Regional de Desarrollo, la Agencia Nacional de Acuicultura y estrechar lazos con Tostan, la contraparte, y otras entidades locales. El tiempo es oro. Y ya ha empezado a contar. Tic tac, tic tac, tic tac…

Amanece en Senegal. Hay que levantarse temprano. Abril y mayo es la época de más calor en el país. A lo largo del día se rozan los 40 grados. Primero hay que viajar de Dakar a Podor. Una vez sobre el terreno, es más fácil moverse. Los dos primeros días son de entrevistas técnicas. Los otros tres, de seguimiento de los proyectos de 2010 y los actuales. Tostan no confirmó una extraordinaria noticia: la posibilidad de que Construye Mundo envíe a un voluntario que trabaje de cerca con los beneficiarios de los proyectos de nuestra ONG. Les enviaremos tres candidatos y ellos seleccionarán al mejor. Será nuestra voz en Podor.

 

 

 

 

Esta foto se tomó en Gniling Mbao. En este pueblo costero, Icíar y Sara se reúnen con el CGC (Comité de Gestión Comunitaria) y charlan con su responsable de relaciones externas, Cheikh Diop, y la presidenta, Dior Diop. También visitan el proyecto de acuicultura que Construye Mundo está desarrollando este año y charlan con su creador, Mamina, para acordar los protocolos de actuación. Los grandes cargueros de otros países dedicados a la pesca industrial están agotando las existencias de pescado en la costa senegalesa y dejando si alimento a la población. Esta piscifactoría con cinco tanques de hormigón mitigará el problema. La playa donde se ubica es paradisíaca. Arena blanca, palmeras y el mar azulísimo.

 

 

 

 

En Mery reciben a Icíar y Sara con cantes y bailes. A la manera senegalesa. Luego ambas se reúnen con las mujeres del CGC y el imán del pueblo en una casa y charlan sobre sus necesidades. Aquí Construye Mundo está a punto de arrancar su proyecto de financiación de varios microcréditos para distintas actividades económicas, como pueden ser la fabricación de jabones y cremas antimosquitos, comercios, huertas o extracción de aceite de palma. El sistema funciona de la siguiente manera: la comunidad local promueve la creación de bancos comunitarios y el microcrédito se concede a la aldea y lo gestiona el CGC. El período para devolver el dinero es de seis a diez meses, dependiendo de cada proyecto y de sus resultados. Entre la charla, algún comentario cómplice y algunas risas. Las dos voluntarias se prueban las típicas vestimentas femeninas y comparten un Tiéboudienne, un delicioso plato a base de verduras y cordero. En Senegal todos comen directamente del mismo recipiente. Eso sí, hay mucha higiene. Obligado lavarse las manos antes y después de comer.

Los colores forman parte del paisaje de Senegal. También está presente en los ropajes. Icíar y Sara tienen la posibilidad de ver y tocar los tejidos que se fabrican en la manufactura de tintura de telas de Golleré, uno de los proyectos apoyados en 2010. Los resultados son espectaculares: rojo, rosa, azul, violeta… El proceso de este proyecto culmina con la venta de telas en los mercados locales, como el del pueblo cercano de Galoya, donde nuestras voluntarias comprueban cómo se despachan los tejidos ya terminados y relucientes. Además, se reunen con los miembros del CGC del pueblo. Casi todos son mujeres. Dieynaba Thian, de azul y marrón, es la presidenta. Sólo hay un único hombre: Abdoulye Lom.

Desde Construye Mundo apoyamos el empoderamiento de la mujer y ver esta estampa nos emociona. A ellas no se les pone nada por delante. Son tan emprendedoras y curiosas que al final de la reunión preguntan a nuestras voluntarias qué piensan sobre la poligamia, una práctica generalizada en Senegal, y por qué los europeos son tan vehementes a la hora de luchar contra la ablación femenina. Icíar les contesta que en Europa somos monógamos por la influencia de la religión que tradicionalmente se ha practicado y que la ablación debería eliminarse porque supone limitar los sentimientos de las mujeres y su ejecución comporta riesgos higiénicos para las niñas. Se inicia un diálogo interesantísimo. Una de las mujeres argumenta que todo eso forma parte de su tradición, pero que son conscientes de que los tiempos están cambiando y, aunque las mentalidades tardan tiempo en evolucionar, ahora son más abiertos que hace años. Este momento de intercambio cultural y entendimiento mutuo es irrepetible. El día de intenso calor en Golleré termina con Icíar y Sara durmiendo al raso en la azotea de la casa donde se hospedan. Eso sí, cubiertas con sábanas y sacos por los mosquitos. El cielo senegalés las observa durante toda la noche.

La naturaleza puede que sea tozuda, pero con ahínco todo se puede sacar adelante. Icíar y Sara observan atónitas cómo en medio de la tierra seca por el sol africano crecen cebollas, tomates, pimientos o sandías, entre otros productos. Este milagro tiene lugar en la localidad de Galoya. La explotación agrícola puesta en marcha en 2010 ya está dando sus frutos y algunos lugareños, como la señora Ramatulai y el señor Daha Mbow explican a nuestras compañeras cómo les ha cambiado la vida. Porque ahora tienen alimentos para dar de comer a sus familias y un medio de vida, ya que esos productos se venden en el mercado del pueblo. Nuestra compañera Sara, siempre espontánea y cercana, pregunta a una vendedora cómo se dice “barato” en pulaar, la lengua local. ¡Y se pone a vender con ella hortalizas y frutas arengando a todos los que se acercan al puesto! Ya os podéis imaginar las caras de los lugareños viendo a una occidental intentando hablar su lengua. Qué risas. Una anécdota simpática como colofón de un viaje más que productivo. De vuelta en España, Icíar y Sara sienten que no están tan lejos de Senegal como se empeñan en demostrar las cinco horas de avión. Tienen guardadas en la mente las luces de la noche de Dakar. “Por favor, abróchense los cinturones de seguridad”.

Mira las fotos del viaje en: http://www.flickr.com/photos/construye_mundo

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